martes, 4 de noviembre de 2014

El presente imperfecto

Ilustración de mrbonecracker

Lástima, la cruda compasión de alguien para con otro, ya sea de la misma especie o no, es indiferente. Muchos son los momentos en que ésta lúgubre sensación nos invade a lo largo del tiempo, dejándonos absortos en la persona o cosa que es víctima de tal sentimiento.

Lástima es la que sintieron los que se hallaban en el palacio de Asfodil aquella tarde de verano por el generoso y amable caballero, cuando el rey, quien por cierto era su más íntimo amigo, realizó el pedido tan incierto.

Resultaba que aquel día, el rey era homenajeado en su cumpleaños; entrada en una edad avanzada, como era su costumbre desde su infancia, solía festejar dicho día con grandes banquetes y bailes… todo el pueblo que se encontraba bajo su reinado tenía un asiento asegurado, puesto que no escatimaba en compartir sus riquezas, inclusive con el más pobre de los mendigos; y aprovechaba dichas oportunidades para abrir enteramente sus oídos y tomar las críticas que podían surgir como constructivas.

Fuéronse desvaneciendo los años por entre sus dedos, todos y cada uno de los habitantes del pueblo habían logrado progresar, de una u otra manera, hasta que ya hacía varios años atrás, la igualdad de condiciones era idéntica entre los aldeanos.

Mencionando esto último, el rey se sentía orgulloso de la labor realizada a lo largo de vida, mas año tras año se había visto sumergido en un completo vacío, un vacío que le era casi imposible de explicar con palabras. Repetidas veces se lo vio contemplando el horizonte con una mirada perdida en las profundidades de su inconsciencia… cuando alguno de sus leales súbditos preguntaba en que ideas se hallaba inmersa su majestad, éste agitaba la cabeza como volviendo en sí y respondía sutilmente “Nada, nada, algo que no comprenderías… no tiene importancia” y continuaba sus caminatas por las colinas.

Debe considerarse que esta actitud fue tomándose cada vez frecuente en el rey y que llenaba de misterio a su leal amigo, quien intentó en reiteradas ocasiones extraer algún indicio de lo que mantenía la cabeza ocupada de su majestad. Para su infortuna, nunca le fue posible extraer mas que palabras o frases que carecían de sentido o cohesión. La mirada lánguida de su majestad, mientras tanto, emanaba un anhelo desesperado, entremezclándose con ello una profunda angustia; y aunque casi parecía que estuviera a punto de echarse a llorar, jamás una lágrima había brotado de sus ojos.

No fue sino hasta su cumpleaños, que el caballero aguardó para tratar de quitar del alma en pena de su rey y amigo, aquello que ya hacía varios años venía notando sin poder descubrir al fin y al cabo. Frente a todos los allí presentes como testigos, el caballero pidió un momento de silencio; cosa que todos respetaron sin la más mínima objeción, entonces dirigióse a su majestad y dijo:

CABALLERO: - Su majestad, no he podido evitar en sus ojos y en la forma en que su mirada se dirige a cualquier persona que lo rodea, notar que existe algo que lo inquieta, algo que lo abruma y consume su ser de forma inexplicable; me ofrezco, como presente en este día, el día en que se celebra su nacimiento, que solicite usted aquello que desee.

El rey, emitiendo una carcajada ronca que hizo un eco estruendoso en las paredes del palacio, y con una mirada desganada y opacando la evidentemente falsa, fingida carcajada le respondió a su amigo:

REY: - Mi estimado caballero y amigo. No existe nada que puedas obsequiarme que no tenga ya; como habrás notado, poseo grandes riquezas, una mujer a la cual amo y ese sentimiento es recíproco, mi hijo, que será mi heredero y sucesor, y cualquier otra cosa que cualquier hombre pudiera desear.

La voz del rey sonaba convincente aunque no por ello dejaba de temblarle. El caballero insistió:

CABALLERO: - No he dejado de notar, su majestad, que sus pensamientos escapan a los deseos de cualquier hombre que habita su reino, incluso la tierra.

Entonces el rey, dubitativo, pensó unos instantes, reflexionando en las palabras que su amigo acababa de pronunciar… atónito quedó, y al cabo de unos instantes repuso:

REY: - Tienes razón mi leal amigo, no puedo ocultar una obviedad de alguien que me conoce tanto…

Los murmullos de los allí presentes hacían ebullición en voz muy baja, casi al unísono la expresión de desconcierto fue contagiándose de uno a otro. Entonces el rey agregó:

REY: - Ya que estás dispuesto y no veo en tu mirada sino otra intención que la de cumplir a tu palabra, te diré que es lo que anhelo. “Quisiera un sueño”

El caballero repitió estas últimas palabras, pero formulándolas como pregunta. El rey asintió con la cabeza, pidió disculpas a los allí presentes y se retiró.

2 comentarios:

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    1. no todavía... pero se podría decir que he pasado por unos cuantos infiernos; es una lástima que esas cuestiones sean unas quimeras, que ni siquiera dan tiempo de disfrutarlas. No por completo, pensamos en una llama y nos convencemos que una chispa es lo mismo XD

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