Conforme iba ingresando en la habitación mis ojos quedaban estupefactos frente a un banquete tan exquisito y a su presentación fina y delicada. Tuve la impresión por un momento de saciedad y regocijo sin siquiera haber probado un solo bocado. Mis pupilas se dilataron ferozmente debatiendo por dónde comenzaría y dónde acabaría; es que en la integridad que se presentaba a mi disposición todo tenía un toque encantador.
La variedad de colores se dibujaba como un arco iris en forma de abanico, las cantidades, las formas, la diversidad de elección y los ingredientes agregados hacían que en mi paladar se amontonara la saliva y me incitara al desenfreno por completo. No obstante, fui cauteloso y me dediqué unos breves instantes a apreciar el panorama y a entremezclarme con los perfumes que se iban apareciendo por momentos en el ambiente.
Una vez del todo habiendo calmado mi ansiedad y mi instinto voraz me acerqué sutilmente para apreciar los variados manjares que se encontraban a mi disposición. Eché un vistazo fugaz de una punta a la otra de la mesa mientras mentalmente iba coordinando la estrategia más suculenta para degustar los sabores que se encontraban allí. Me aparté para contemplar la totalidad y la tonalidad de las texturas.
Respiré profundamente una vez más y proseguí a dar comienzo a ese juego precioso. Decidí empezar por aquellas piezas que fueran encendiendo la temperatura corporal muy suavemente. Tomé con mucho cuidado unas finas rodajas de salmón de sus rodillas, el sabor era suave, se impregnaba en el paladar. Del abdomen extraje unos cubos perfectos de arroz con algas; el simple movimiento que hicieron mis dedos para sustraerlos provocó ciertas cosquillas que se transmitieron a la comisura de los labios, en el entrecejo se dibujó una pequeña arruga encantadora. Iba deleitándome por partida doble, la sensación que explotaba en mi boca se potenciaba con las sensaciones que iba iba provocando en su cuerpo.
Proseguí con unos vegetales que tenía colocados por los hombros y debajo del mentón... aproveché para tomarlos directamente con la boca y de esa manera rozar su piel con mis labios. Sentí la suavidad de su piel con mi boca y su temperatura corporal que estaba apenas por encima de lo normal...
Las pequeñas porciones se iban deshaciendo en mi boca e iban aumentando mis ganas de querer un poco más. Tomé un poco de limón y dejé caer una cuantas gotas todo a lo largo de su cuerpo... cierto escalofrío le recorrió internamente a la vez que su respiración comenzaba a acelerarse. Las gotas caían y se deslizaban hacia las curvaturas de su esbelto cuerpo, y fluían sin impedimento alguno, como si ella fuese algo más que degustar. Desde el ombligo hasta el medio exacto de sus senos, una franja de diversos pescados cortados en rodajas con diferentes decoraciones se presentaban para ser ingeridos de la manera que uno apeteciese... y así fue, tomadnos uno a uno con los dientes, de forma de no tocar otra cosa más que la comida fui quitando y despejando ese camino; cada cierto tiempo, con la lengua lamía el jugo de limón que se había amontonado en su ombligo.
El platillo se iba haciendo más intenso segundo a segundo al ver que su piel se erizaba, sus músculos se tensionaban por momentos y, cada tanto, un breve y conciso espasmo emergía desde lo más profundo de su carne como un volcán en erupción.
Ya con su cuerpo casi limpio de comida, uno de los pequeños tomates cherry que hacía de presentación y ocultando parte de sus senos, rodó en el momento en que sus pezones se irguieron y endurecieron. Creí entonces conveniente deshacerme del fruto que obstruía su reacción natural. Al hacerlo, y por consecuente presionar sus duros pezones, un leve gemido escapó de entre sus labios y pude ver de reojo que sus puños se cerraban con fuerza intentando evitar sentirse así.
Por último quedaba el más sabroso de los manjares que allí se presentaban para degustar. Y cómo tomar de allí algo tan exquisito sin violar la prohibición y no caer en la tentación salvaje. Con muchísima delicadeza comencé a apartar cada porción de su entrepierna con la punta de la lengua, la hacía rodar hasta su vientre y de allí la tomaba con extrema precaución. Esta acción pareció gustarle ya que no opuso objeción alguna... la palma de sus manos se pegaron a la mesa presionando firmemente, su pecho se inflaba y desinflaba de manera muy acelerada.
En las últimas dos piezas que quedaban se produjo de manera inevitable un fuerte espasmo que hizo que temblara por completo y cuando llevé dichas porciones a mi boca sentí el sabor de su esencia mezclado con el de la comida... quedé completamente extasiado.
Habiendo finalizado el banquete se hallaba ella con una sonrisa en los labios y exhausta por completo, sus ojos entrecerrados me transmitían mucha tranquilidad... tomé mis cosas y la dejé descansar en paz.
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