Mis ojos se abren repentinamente, de forma automática, de par en par; con la vista medio nublada observo el reloj, las manecillas indican las seis y treinta y dos minutos. Me levanto del colchón completamente lúcido, la ventana que tengo a mis espaldas permite el ingreso de unos potentes rayos de sol, un sol que se encuentra por la mitad, ascendiendo en el horizonte.
Estoy completamente despierto, me volteo sobre mí mismo con un giro, y allí está, sobre el colchón yace su cuerpo escultural sumido en el más profundo de los sueños… su respiración es muy suave, los rayos de luz que invaden la habitación inundan por trazos su cuerpo entre las sábanas, observo detalladamente… se encuentra dándome la espalda, su corto cabello no parece muy revuelto, admiro la línea curva que forma su contorno, desde su delgado cuello, se eleva un poco hasta su hombro izquierdo, continúa el descenso hasta perderse casi sobre el codo, allí, se une con el torso y cae hasta su fina cintura. Al llegar al punto de las caderas, la sábana obstruye mi visión, tomo el atrevimiento, el coraje, me acerco silenciosamente y desplazo esa porción de tela, que se desliza por sobre su piel sedosa y brillante… queda al descubierto su precioso culo, curvilíneo, redondo, una exquisita manzana madura, apetitoso… al volverme a alejar para continuar con el recorrido óptico, me doy cuenta de que su brazo izquierdo muestra un dibujo maravilloso que va desde la muñeca hasta el codo, tiene su mano posada cerca de su rostro, el antebrazo cubre sus pechos.
Luego de tal asombro, me aparto, tomo un cigarrillo y lo enciendo, voy dando pitadas mientras me encuentro disfrutando el deleite que tienen mis ojos en estos momentos. Sus piernas esculpidas son magníficas, sus pantorrillas finamente talladas por un artesano increíble; continúo observando, sumido en el mayor de los silencios, abstraído por completo, busco esos detalles particulares… los huesos de la columna vertebral sobresalen apenas en su espalda, voy contándolos mentalmente, al llegar al último me percato de un sencillo pero sensual tatuaje en la parte baja de la cintura. Pienso que sólo puede ser visible estando desnuda, y me siento orgulloso de estarlo contemplando.
Inquietada por el ascenso del sol, un haz llega a su rostro, de pronto, ella se mueve, gira su cuerpo hacia mí… sus firmes pechos quedan al descubierto, la excitación es inevitable, mi corazón late estrepitosamente. Con su mano derecha refriega su cara como intentando despertarse… mis pupilas se desorbitan en el campo de sus erectos pezones pequeños, me sonrojo inocentemente, dirijo la mirada hacia su ombligo y la forma que éste posee.
No puedo evitarlo, mis ojos tienen vida propia, por más que lo intente, siguen el camino, ahora despejado, y contemplo sus muslos y su entrepierna. Una delicada capa de bello casi transparente cubre su pubis, un monte de Venus excepcional… me doy cuenta de que no he tragado saliva desde que comencé a admirarla.
Al despertarse, vuelvo de un país de maravillas y fantasías, la miro a los ojos y me ahogo en el océano azul del iris, ella esboza un sonrisa, se dibuja un hoyuelo particular en su rostro… su mirada es fija y penetrante, todo pierde color en la escena, en ese momento, todo excepto sus ojos que me miran. Extiende su mano hacia mí, me acerco lo suficiente como para sentir la calidez de su cuerpo, entremezclado con los rayos de sol… y me da un beso con sus labios tan únicos, tan peculiares que los míos se funden con los de ella, su boca y mi boca son una.
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