Inocente y perspicaz, la pequeña hippona tiene el pelo corto y alborotado, sin importarle las apariencias, le queda fabuloso. Tiene en su andar un zigzagueo particular, fuera de lo común… con sus mejillas siempre rosadas ablanda los corazones de los más duros, los que son de piedra.
Es imposible que pase desapercibida, en sus ojos se reflejan esmeraldas brillosas y, en combinación con su sonrisa tierna, hace que el mundo quede a una distancia muy distante, te hace volar, es inevitable… pero continuemos un poco más, porque todavía queda mucho de lo mejor. Cuando se la ve adentrarse por primera vez es algo raro, el bamboleo de sus caderas juveniles no encajan con la época en que vivimos; de jeans comunes y zapatillas de lo más simples, creo que lo que más sale a relucir son sus brazaletes artesanales, un toque de misticismo fantástico que concuerda a la perfección.
No es sino hasta que se oye su voz pronunciando frases y palabras de contexto sexual, que se puede percatar la sensualidad y la naturalidad con que expresa su cántico… con la tonalidad ideal y los silencios perfectamente incrustados, sin sonrojarse en lo absoluto de lo que lee.
Cualquiera podría confundirla con la marea de la pendejada inerte actual, pero si se presta atención, se nota la belleza de la madurez que la envuelve. Y fue en un baño de algún bar, mientras se miraba al espejo o se relamía los dedos después de haber alcanzado el orgasmo provocado por ella misma, quién sabe, que se decidió a darse a conocer.
La pequeña niña Woodstock es un arcoíris, casi inalcanzable, y aparece pocas veces, venida de otros tiempos, y nos endulza como el licor con su natural belleza, su simpleza abrumadora que arrasa con cualquier estereotipo; con cualquier intento de robo o contrabando de uno de sus besos, alguna de sus caricias o miradas tiernas, de esas que desarman los músculos, funden la carne junto con el corazón y lo lanzan fuera de uno, dejándonos obnubilados, abstraídos, y con el sabor en la memoria, de su imagen, su figura, su brillo.
Hace que el pasado hippie reviva en otros tiempos, para endulzarnos un poco la vista y disfrutar algo único.
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