lunes, 29 de septiembre de 2014

Abismo

Entre ese brote insolente de ideas tormentosas que van y vienen, y el reflexionar junto al tiempo, no nos damos cuenta lo abrumante que es el silencio; lo intensamente asfixiante que puede ser ese silencio que se produce por cualquier motivo, cualquier razón por más pequeña que sea es capaz de crear un silencio abismal.

Tan pronto como nos percatamos de que nos encontramos en proceso de petrificación al habernos sumergido en el silencio y lo hueco de su interior, buscamos desesperadamente una mágica salida... como si existiera tal compuerta o pasadizo que nos devuelva a lo cotidiano.

Peleamos un rato contra la nada, oscuridad y penumbras son el manto del silencio, intangibles, acosadores... personajes de alta gama en su juego irracional. Se divisan grandes muros que emergen de un suelo que no existe, se elevan casi hasta lo alto del cielo que tiene el mismo color que todo lo demás, negro.

Al menos se deja entrever un camino por el cual ir o venir, dependiendo de cómo se lo mire. Lo recorremos paso tras paso incansablemente para darnos cuenta que es un "deja vú" que no conduce a ninguna parte, repetición detrás otra de un círculo vicioso.

Una especie de puerta corrediza se dibuja a unos cuantos metros luego de tortuosos minutos de incertidumbre, nos apresuramos por alcanzarla y abrirla, esperanzados de que detrás de ella se halle un bullicio reconfortante.

Traspasado el frágil cristal que imaginamos como puerta, la azotea de un edificio, más bien un rascacielos, es todo lo que nos aguarda. Indagamos el espacio desconocido mientras la ventisca gélida nos acaricia las mejillas. Una hoguera de pensamientos se carbonizan lentamente, pero no se oyen quejidos... como es de esperarse en la profundidad del insonoro.

Como sonámbulos sin poder controlar el movimiento corporal la baranda nos delimita un de los flancos de la azotea, dejamos asomar la vista un poco más allá para intentar calcular aproximadamente la distancia a la que nos encontramos de tierra firme. Se hace una eterna pausa allí, y mientras hacemos cálculos matemáticos y físicos, reflexionamos... ¿Qué nos impide escalar la barandilla y brincar? ¿Cuál será el tiempo que tardaremos en llegar y abrazar de lleno ese suelo? ¿Y si resulta que llegado el momento no atravesamos el pavimento y parte de nosotros se queda viva en este universo?

Todas incógnitas sin respuesta, pero con tan sólo una forma de averiguarlo...

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